Muy agradecido, muy agradecido, muy…

Una publicación para el Heraldo de Aguascalientes

Cuarto jueves de noviembre, día de dar gracias.

Desfile de Macy’s en Nueva York, víspera del famoso Black Friday, imágenes de juegos de la NFL en la televisión, pavo al horno en la mesa, el olor del pay de calabaza que llega desde la cocina. Pero todas las historias tienen dos versiones.

 Nuestros vecinos festejan el Thanks Giving Day, el día en que, cuenta la leyenda, los colonos ingleses de Plymouth, estaban que se los llevaba la tristeza por una mala cosecha, y en que llegaron a su auxilio los naturales Wampanoag, quienes, sigue el cuento, les dieron unas semillas y les enseñaron técnicas de pesca para sobrevivir; de cómo unas semillas terminaron convertidas en pavos al horno, ya no sé mucho.

Mitos fundacionales, como el apóstol San Yago (San Jacobo), alias Santiago predicando en Galicia, o la Virgen de la Covadonga matando sarracenos en Cangas de Onis, o el águila comiéndose una serpiente sobre un nopal, todos los pueblos -Rómulo y Remo amamantados por una loba en la colina Palatino-, tienen un cuento que contar sobre su pasado mítico; a nadie le gusta pensar que habita un lugar donde unos salvajes desorientados llegaron por casualidad.

Pero, decía, todas las historias tienen dos versiones: mientras que la leyenda fundacional de los colonos del este de los Estados Unidos, muestra a unos amables colonos puritanos que vienen en son de paz, huyendo de la persecución de los católicos y los luteranos, los indios Wampanoag los ven como lo que son, lo que fueron, la punta de lanza de una invasión sangrienta que despojaría a los naturales de sus tierras.

Cuenta la leyenda que los colonos llegaron a lo que hoy es Massachusetts, hace 401 años y que el famoso jueves de los pavos fue en el 1623, lo que para los sobrevivientes de la tribu es su Día Nacional de Luto, pues, ayer mismo recuerdan los líderes de los 2 mil 900 sobrevivientes de la tribu, qué tiene que agradecer una tribu que por andar ayudando a unos extraños llegados en el Mayflower, terminaron conquistados, sometidos y despojados.

Y luego andamos aquí con leyendas negras y descolonizaciones.

En fin.

Hace unos años, por circo que no vienen a cuento, me invitaban cada año a cenas de un par de familias de estadunidenses que, obviamente, festejaban el Día de dar gracias, con unas cenas espectaculares, tras las cuales nos pedían que agradeciéramos cualquier cosa que se nos ocurriera; yo, que educado soy, aunque se dude, agradecía la invitación, el pavo y el pastel de calabaza.

Hace años que esos inmigrados se marcharon -e hicieron bien-;mi hijo, que era la causa de la relación -era compañero de una niña, hija de una de esas familias-, también se marchó; de aquellas amistades ya no veo a nadie,  mientras que al paso de los años, se fueron, también, la juventud, el trabajo, las fuerzas juveniles, la cabellera, el futuro….

Había un viejo chiste: el de un cojo, tuerto, tartamudo, jorobado (perdonen las palabritas los adoradores del lenguaje políticamente correcto), que un primero de enero dijo que iba al templo a “dar gracias” y al que, un interlocutor que se lo encontró en la calle, le sugería que mejor fuera a reclamar.

Es una sugerencia, no crean que pretendo imponerme, pero ya sería hora que en nuestro calendario de festividades, se incluyera el Día de Reclamar, y que en esa infeliz ocasión se organizara un juego, en cadena nacional, un juego del Necaxa y el Zacatepec; por ser esta fiesta fruto de la imaginación de un hijo de este páramo, o sea su humilde servidor (que ni soy humilde y menos su servidor, la verdad sea dicha), podría aludir al día en que un colono español, al borde de la locura y la muerte por insolación, se encontró a un indio caxcán y este, alma buena y pura, como la de esos salvajes, le dio para que no muriera en medio de la nopalera, unas tunas cardonas, o lo que se les ocurra, que para quejarse cualquier pretexto es bueno.

Y ya no sigo más que estoy preparando mi fiesta de Janucá, pero eso ya se los cuento la próxima, que por hoy ya estuvo bueno.

Al hanismim.

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